Horas decisivas para frenar el calentamiento global
Mariano Marzo
Resulta
razonable contemplar con ciertas dosis de escepticismo la cumbre sobre
cambio climático que se celebra estos días en París. Han transcurrido
más de dos décadas desde que en 1992 los representantes de un gran
número de países se encontraron en Brasil, concretamente en Rio de
Janeiro, para dar forma a la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático. Desde entonces se han sucedido diversas
reuniones internacionales –entre las que destacan la de 1997 en Kioto
(Japón) y la de 2002 en Copenhague (Dinamarca)- sin que ello sirviera de
mucho para corregir la preocupante trayectoria seguida por las
emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Año tras año, las emisiones globales de CO2 han aumentado de forma continuada, desde 21.000 millones de toneladas en 1992 a 32.000 millones de toneladas en 2012. Al mismo tiempo, desde la década de los noventa, la tasa de incremento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmosfera se ha acelerado aproximadamente en un 30%. En consecuencia, no debe extrañarnos que desde que tenemos registro nueve de los diez años más cálidos hayan ocurrido a partir de 1998. Sin duda, los impactos del cambio climático se están empezando a dejar sentir desde los trópicos a los polos.
Los más optimistas ponen un especial énfasis en el creciente uso de las energías de fuentes renovables, particularmente de la eólica y la solar fotovoltaica, así como en el éxito de algunos países a la hora de reducir sus emisiones. Sin embargo, las crecientes emisiones provenientes de China, India y otros países en desarrollo hacen imposible hablar de progresos globales. Y el triste historial de negociaciones en materia de cambio climático inspira poca confianza en que los países puedan ponerse de acuerdo para implementar los enormes cambios que resultan imprescindibles para dejar de considerar la atmósfera como una alcantarilla de carbono.
Los negociadores que estos días se encuentran en París están convencidos de que esta vez será diferente. En Kioto, los países intentaron establecer un acuerdo legalmente vinculante que más tarde se mostró incapaz de lograr resultados, en parte porque Estados Unidos no ratificó el tratado. Esta vez, más de 164 países han preparado por separado una serie de compromisos, denominados “Contribuciones Previstas Determinadas a nivel Nacional” (Intended Nationally Determined Contributions o INDCs), detallando sus objetivos de recortes de emisiones y otras actuaciones hasta el año 2030.
Los representantes internacionales en la mesa de negociación esperan que esta aproximación de “abajo-arriba” dé más resultados que la estrategia fallida de “arriba-abajo” implementada en Kioto. En cumbres anteriores, los países en desarrollo permanecieron en gran medida al margen, pero esta vez, casi todo el mundo, incluyendo China e India, se ha comprometido a limitar las emisiones. Tomando como punto de partida estos compromisos concretos, los negociadores esperan evitar los bloqueos de última hora que en el pasado condenaron al fracaso todos los esfuerzos.
Esto no significa que los negociadores se vayan a encontrar con un camino de rosas. Todavía queda por resolver el tema de cómo los países en desarrollo obtendrán los cientos de miles de millones de dólares que necesitan para frenar las emisiones y adaptarse al cambio climático. Y tampoco está claro cómo se supervisarán y verificarán los compromisos adquiridos por cada país.
Otro tema espinoso es si los países aceptaran revisar los acuerdos de París cada cinco años. Esta propuesta significaría abrir las puertas de forma regular a la posibilidad de que los países profundizaran en sus compromisos y ampliaran sus políticas de reducción de emisiones más allá de 2030. Los expertos en cambio climático creen que la revisión de los acuerdos cada cinco años es necesaria ya que, por si solos, los actuales compromisos de París no serían suficientes para evitar que en 2100 el calentamiento del planeta superara los 2ºC, un límite que muchos consideran no debería sobrepasarse.
Por ejemplo, Climate Interactive, una organización sin ánimo de lucro con sede en Washington D.C., estima que sin otras actuaciones, los compromisos que se presentarán en Paris expondrían al mundo a un calentamiento de 3,5°C en 2100. En cualquier caso, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se muestra optimista en que los países ampliarán sus compromisos hasta lograr que el calentamiento no supere los 2,7ºC. Alcanzar esta cifra constituirá un motivo de esperanza porque pondría el límite de 2ºC a nuestro alcance, siempre que los países del mundo acordaran seguir trabajando juntos tras París.
El Periódico de la Energía
Año tras año, las emisiones globales de CO2 han aumentado de forma continuada, desde 21.000 millones de toneladas en 1992 a 32.000 millones de toneladas en 2012. Al mismo tiempo, desde la década de los noventa, la tasa de incremento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmosfera se ha acelerado aproximadamente en un 30%. En consecuencia, no debe extrañarnos que desde que tenemos registro nueve de los diez años más cálidos hayan ocurrido a partir de 1998. Sin duda, los impactos del cambio climático se están empezando a dejar sentir desde los trópicos a los polos.
Los más optimistas ponen un especial énfasis en el creciente uso de las energías de fuentes renovables, particularmente de la eólica y la solar fotovoltaica, así como en el éxito de algunos países a la hora de reducir sus emisiones. Sin embargo, las crecientes emisiones provenientes de China, India y otros países en desarrollo hacen imposible hablar de progresos globales. Y el triste historial de negociaciones en materia de cambio climático inspira poca confianza en que los países puedan ponerse de acuerdo para implementar los enormes cambios que resultan imprescindibles para dejar de considerar la atmósfera como una alcantarilla de carbono.
Los negociadores que estos días se encuentran en París están convencidos de que esta vez será diferente. En Kioto, los países intentaron establecer un acuerdo legalmente vinculante que más tarde se mostró incapaz de lograr resultados, en parte porque Estados Unidos no ratificó el tratado. Esta vez, más de 164 países han preparado por separado una serie de compromisos, denominados “Contribuciones Previstas Determinadas a nivel Nacional” (Intended Nationally Determined Contributions o INDCs), detallando sus objetivos de recortes de emisiones y otras actuaciones hasta el año 2030.
Los representantes internacionales en la mesa de negociación esperan que esta aproximación de “abajo-arriba” dé más resultados que la estrategia fallida de “arriba-abajo” implementada en Kioto. En cumbres anteriores, los países en desarrollo permanecieron en gran medida al margen, pero esta vez, casi todo el mundo, incluyendo China e India, se ha comprometido a limitar las emisiones. Tomando como punto de partida estos compromisos concretos, los negociadores esperan evitar los bloqueos de última hora que en el pasado condenaron al fracaso todos los esfuerzos.
Esto no significa que los negociadores se vayan a encontrar con un camino de rosas. Todavía queda por resolver el tema de cómo los países en desarrollo obtendrán los cientos de miles de millones de dólares que necesitan para frenar las emisiones y adaptarse al cambio climático. Y tampoco está claro cómo se supervisarán y verificarán los compromisos adquiridos por cada país.
Otro tema espinoso es si los países aceptaran revisar los acuerdos de París cada cinco años. Esta propuesta significaría abrir las puertas de forma regular a la posibilidad de que los países profundizaran en sus compromisos y ampliaran sus políticas de reducción de emisiones más allá de 2030. Los expertos en cambio climático creen que la revisión de los acuerdos cada cinco años es necesaria ya que, por si solos, los actuales compromisos de París no serían suficientes para evitar que en 2100 el calentamiento del planeta superara los 2ºC, un límite que muchos consideran no debería sobrepasarse.
Por ejemplo, Climate Interactive, una organización sin ánimo de lucro con sede en Washington D.C., estima que sin otras actuaciones, los compromisos que se presentarán en Paris expondrían al mundo a un calentamiento de 3,5°C en 2100. En cualquier caso, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se muestra optimista en que los países ampliarán sus compromisos hasta lograr que el calentamiento no supere los 2,7ºC. Alcanzar esta cifra constituirá un motivo de esperanza porque pondría el límite de 2ºC a nuestro alcance, siempre que los países del mundo acordaran seguir trabajando juntos tras París.
El Periódico de la Energía
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