LA ERA DEL ÁRBOL, de Ignacio Abella
En un tiempo en el que las sociedades, las culturas, y no digamos las
tecnologías, avanzan a un ritmo más rápido que la propia mentalidad del
hombre, el árbol es un punto de referencia más que nunca necesario.
Los viejos árboles son vínculos vivos con el pasado, con las
tradiciones… Pueden servirnos de ancla para empezar a arraigar. A su
amparo podemos revivir danzas y
rituales, juegos, reuniones de hermandad o en las que se han de tomar
graves decisiones. Ellos nos pueden inspirar el antiguo sentimiento
tribal.
La ciudad no es un milagro, sino oscuro maleficio, un dragón
que todo lo devora y se extiende sin límite… Pero si queréis magia,
sólo hay que acercarse a los bosques, donde el viento muge en las copas
de los árboles. Sólo el poder de los bosques parece suficiente para
aplacar a la bestia… Fuera de nosotros mismos no tenemos mejores aliados
para nuestra evolución personal y colectiva. En cuanto a su papel en
los sistemas vitales del planeta, podemos calificarlo de insustituible.
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