Esta deriva oligopólica supone una mala noticia para la población: la
toma de decisiones sobre qué tipo de alimentos y en qué condiciones se
producen se encuentra cada vez en menos manos y cada vez más lejos de la
ciudadanía. Aunque Monsanto se ha convertido en un símbolo de todos los
demonios de la agroindustria, no existen grandes diferencias en la
apuesta que todas estas multinacionales han hecho por el futuro de
nuestra agricultura: un modelo fuertemente petrodependiente,
concentrador de la propiedad y basado en el cultivo de grandes
extensiones dedicadas a la especulación en mercados internacionales.
http://www.ecologistasenaccion.org/article32820.html
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