Un método de fluorescencia detecta la contaminación de mercurio en pescado
Investigadores de la
Universidad de Burgos han desarrollado un polímero fluorescente que se
ilumina en contacto con el mercurio que pueda llevar el pescado. En
muestras de pez espada y atún se han detectado niveles altos de este
metal tóxico, que en embarazadas se asocia a reducciones del crecimiento
fetal y de la placenta, según concluye otro estudio español.
Subasta en la lonja de Vigo de pez espada, una de las especies en las que se acumula más mercurio. / José Antonio
Gil Martínez
El mercurio es un metal tóxico que puede llegar al medio ambiente
desde fuentes naturales, pero en las últimas décadas se han disparado
sus concentraciones en zonas marinas y terrestres por los vertidos
industriales. En la cadena alimentaria se presenta diluido en forma
orgánica, como metilmercurio (MeHg+), o inorgánica, como el catión Hg2+.
Se han encontrado concentraciones altas de mercurio en muestras de pez espada, atún y cazón
Ahora, investigadores de la Universidad de Burgos han fabricado un
polímero fluorescente, llamado JG25, capaz de detectar la presencia de
esas dos formas de mercurio en muestras de pescado. El avance lo
publican en la revista
Chemical Communications.
“El
polímero contacta con muestras extraídas directamente de pescado durante
unos 20 minutos y, tras ser irradiado con luz ultravioleta, emite una
luz azulada cuya intensidad es proporcional a la cantidad de
metilmercurio y mercurio inorgánico presente en los peces”, explica
Tomás Torroba, el autor principal.
La técnica se aplicó, mediante una sonda polimérica portátil que se puede usar
in situ,
en muestras de 2 gramos extraídas de diversas especies. La relación
cuantitativa entre los niveles de mercurio en el pez y el incremento de
la fluorescencia se verificó con un análisis químico (denominado
ICP-Mass).
Los resultados revelan que los peces más grandes tienen
cantidades más elevadas de mercurio: entre 1,0 y 2,0 partes por millón
en pez espada, el atún y cazón; alrededor de 0,5 ppm en congrio y 0,2
ppm en panga. En el salmón de piscifactoría no se encontró esta
sustancia nociva, ya que aunque son pescados de gran tamaño y en la
parte superior de la cadena trófica, en cautividad no hay presencia del
metal.
De izquierda a derecha, muestras del pólimero JG25 en contacto solo
con agua, en una solución con Hg2+ y con muestras de atún, pez espada,
congrio y panga. / T. Torraba et al./ChemComm
La cantidad de mercurio del pescado y lo que coma una persona
determinan su toxicidad. La Autoridad Europea para la Seguridad de los
Alimentos (EFSA) recomienda que la ingesta semanal tolerable de
metilmercurio sea de no más de una ración que contenga cantidades
superiores a 1,6 µg/kg (microgramos por kilo de pescado), y de 4 µg/kg
para el caso del mercurio inorgánico, cantidad superior a lo detectado.
Aunque
la tendencia actual es bajar este límite. Por ejemplo, la agencia FDA
de seguridad alimentaria de los Estados Unidos, va más allá y recomienda
no consumir más de una ración de pescado por semana que contenga
concentraciones superiores a 1 µg/kg, lo cual es una tendencia a seguir
en el resto de países.
“Se considera que por encima de 0,5 ppm la
contaminación en un alimento ya es considerable”, explica Torroba. "Esa
cantidad es superada e incluso duplicada por varias de las muestras
analizadas de atún fresco y pez espada. De ahí que los expertos
aconsejen a las embarazadas reducir el consumo semanal de ciertos tipos
de pescado, como el pez espada, por el riesgo que podría suponer para el
feto".
Mercurio en embarazadas
En este
contexto, un estudio liderado por investigadores de la Fundación para el
Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad
Valenciana (FISABIO) y el Consorcio de Investigación Biomédica en Red de
Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), revela que existe una
asociación entre la exposición prenatal al mercurio y una disminución en
el tamaño de la placenta y del crecimiento fetal.
La exposición prenatal a mercurio podría reducir el crecimiento de la placenta y del feto
En el marco del proyecto de cohortes materno-infantil INMA (Infancia y
Medio Ambiente), el objetivo del estudio fue evaluar esa asociación a
partir de los datos de 1.869 recién nacidos en diferentes regiones
españolas (Valencia, Sabadell, Asturias y Guipúzcoa).
Es uno de
los estudios más amplios realizados hasta la fecha, en el que se
determinaron los niveles de mercurio en muestras de sangre de cordón
umbilical y se consideraron diferentes efectos reproductivos: medidas de
desarrollo fetal (peso, talla y perímetro cefálico al nacer), peso de
la placenta, duración del embarazo y riesgo de parto prematuro.
Los resultados, publicados en la revista
Environmental Research,
muestran una concentración promedio de mercurio en sangre de cordón
relativamente elevada (8,2 microgramos por litro), un 24% por encima del
equivalente al nivel límite de ingesta recomendado por la OMS.
“La
duplicación de esos niveles de exposición al metal tóxico se asocia con
una reducción de 7,7 gramos en el peso de la placenta, mostrando además
un patrón de asociación negativa con el perímetro cefálico del recién
nacido”, explican Mario Murcia y Ferrán Ballester, coautores del
trabajo, “aunque para otros parámetros, como la duración del embarazo,
no se ha encontrado ninguna relación”.
Los resultados del proyecto
INMA sugieren que la exposición prenatal a mercurio puede, por tanto,
estar afectando al desarrollo placentario y el crecimiento fetal. Aunque
la magnitud de los efectos estimados es pequeña, un peso placentario
reducido se ha relacionado con el riesgo de padecer hipertensión en la
vida adulta. Por su parte, el perímetro cefálico se ha asociado con el
subsiguiente desarrollo cognitivo.
Aunque ya se hayan comenzado a
tomar medidas alimentarias preventivas y de vigilancia, dados los
efectos saludables que también tiene el consumo de pescado, los
investigadores demandan que los esfuerzos en salud pública se encaminen a
reducir las emisiones de mercurio al medio ambiente.