jueves, 16 de julio de 2015

ESCRITURA

Evita esto cuando escribas (aunque sea correcto)

Un texto correcto también puede ser feo. Si tienes en cuenta estas diez pequeñas claves, tus textos serán más bellos y comprensibles

Por Isabel Garzo
«Ocurre con los adverbios como con la voz pasiva, que parecen hechos a la medida del escritor tímido. Mediante los adverbios, lo habitual es que el escritor nos diga que tiene miedo de no expresarse con claridad y de no transmitir el argumento o imagen que tenía en la cabeza». (Stephen King)

Cuando un autor pone su trabajo a merced de un corrector de estilo, teme que este le cambie su estilo. No es para menos, dado el nombre que ha recibido la profesión. Pero un buen corrector de estilo debería respetar el estilo del autor, entendiendo por esto los rasgos que diferencian su escritura de la de otros y la hacen reconocible.Entonces, ¿qué corrige un corrector de estilo? Resumiendo mucho, hay dos tipos de correcciones. La primera, llamada corrección ortotipográfica, corrección de pruebas o corrección de textos a secas, simplemente «limpia» el texto eliminando los errores. Tras una corrección de pruebas, el texto será correcto, pero puede seguir siendo malo.
Para que el texto además gane calidad (sea más comprensible y más bello), hace falta una corrección de estilo. Esta lleva más tiempo y es más costosa. Soluciona temas como el orden de las palabras en las frases, las repeticiones, el uso adecuado de las palabras según su significado, la homogeneización de términos, la puntuación… Puede tener distintas profundidades (este nivel de intervención lo acuerda el corrector con la persona que le hace el encargo).
Así pues, las recomendaciones de hoy pertenecerían a una corrección de estilo. Quien quiera puede plagar su texto de estas expresiones, ya que este seguirá siendo correcto. Son solo sugerencias. Evitar en la medida de lo posible estas expresiones embellecerá un poco el escrito y lo hará más claro y directo.
  1. Gerundios
Es mejor utilizar pocos. En primer lugar, porque tienen una sonoridad fea y abusar de ellos recarga el texto. En segundo lugar, porque muchas veces se utilizan mal, y en esos casos son, además de feos, incorrectos. Es el caso del llamado «gerundio de posterioridad», que indica una acción posterior al verbo principal: Trabajó toda la mañana en la oficina, yéndose después a casa.* En este artículo pueden verse más ejemplos de esto.
  1. Adverbios terminados en –mente
En casi todos los libros de estilo se recomienda no abusar de los adverbios terminados en -mente. El escritor Stephen King asegura que son «el peor enemigo de la escritura». García Márquez decía que usar un adverbio terminado en –mente es «una solución demasiado fácil» y «un vicio empobrecedor». Cuando se busca una alternativa, esta siempre resulta mejor. En este post se habla largo y tendido sobre el tema.
  1. Sucesiones de verbos en infinitivo
Las perífrasis demasiado largas también ensucian los textos. Casi siempre es posible eliminar al menos uno de los verbos de la ristra. Por ejemplo, la frase «queremos intentar conseguir alcanzar la excelencia en el campo» puede ser sustituida por «intentamos alcanzar la excelencia en el campo», por «queremos conseguir la excelencia en el campo» o cualquier otra variante similar más concisa.
  1. Frases largas
La claridad del texto aumenta si las frases son cortas y siguen estructuras simples, sin muchas subordinadas. Cuanto más largas y complejas sean, más atención habrá que poner en el orden de sus partes para que sigan siendo comprensibles, ya que el objetivo debe ser poner las cosas fáciles al lector.
  1. Palabras-comodín
Casi siempre que escribimos la palabra «cosa», esta podría ser sustituida por otra más adecuada. Lo mismo ocurre con el verbo «poner». Se trata de comodines, también llamados «palabras-baúl». Se caracterizan por abarcar muchos significados, pero a menudo tienen sinónimos más procedentes en cada caso concreto. Por ejemplo, en lugar de decir «poner la fibra óptica», podemos usar el verbo «instalar». En lugar de «poner atención», «prestar atención».
  1. Muletillas
Son palabras que no aportan nada al texto pero facilitan la tarea de enlazar unas partes con otras, de enfatizarlo, de finalizarlo… Casi siempre pueden omitirse o sustituirse por otras fórmulas. Son comprensibles en la lengua oral («o sea, «pues nada…), ya que hay menos tiempo para construir el discurso en la cabeza; pero deben evitarse sin miramientos en la escrita. Algunos ejemplos de muletillas comunes en el lenguaje escrito son las expresiones «y es que» o «como no podía ser de otra manera».
  1. Tópicos
Según el capítulo dedicado a la pobreza léxica en el libro Las 500 dudas más frecuentes del español, editado por el Instituto Cervantes, un tópico es una «expresión vulgar o trivial». Algunos tópicos bastante extendidos son los siguientes: «todas las opiniones son respetables», «rectificar es de sabios», «la vida hay que disfrutarla», «un marco incomparable», «las últimas tecnologías», «una forma diferente de hacer las cosas», «fiel reflejo», «espectáculo dantesco», «cese fulminante», «estrecha colaboración», «merecidas vacaciones»… Evítalos. Si piensas en una forma diferente de decir cada uno de ellos, tus textos serán más ricos.
  1. Redundancias
Expresiones como «subir arriba», «bajar abajo», «entrar dentro» o «salir fuera» son correctas pero redundantes. Teniendo en cuenta que la recomendación general es eliminar todas las palabras superfluas de los textos a favor de la economía del lenguaje, las primeras que se deben tachar son las que repiten exactamente el significado de la palabra que tienen al lado.
  1. Repeticiones
Repetir palabras es necesario para que los textos tengan coherencia, para que se entienda la relación entre unos párrafos y otros. Pero hay alternativas a las repeticiones que cumplen esta misma función y evitan que se abuse de un mismo término. Por ejemplo, podemos usar sinónimos, sustituirlas por pronombres o directamente suprimirlas (en el caso de que la frase permita una elipsis).
10. Eufemismos
Los eufemismos son correctos. Son formas atenuadas de referirse a una realidad, y es decisión del autor utilizarlos o no; o incluso optar por su contrario, el disfemismo (decir, por ejemplo, «estirar la pata» en lugar de «morir»). Los eufemismos, pues, son lícitos cuando son equivalentes a las palabras que sustituyen. Por ejemplo, decir «empleada del hogar» o decir «criada» es lo mismo. Pero son censurables cuando lo que hacen es disimular, ocultar o escamotear la realidad. Es el caso de eufemismos como «reajuste de plantillas», que siempre se refiere a la eliminación de puestos de trabajo y nunca a su ampliación, por lo que no es fiel al lenguaje: hace que las palabras dejen de tener el significado que les corresponde.

Caer en estos errores desenmascara a un escritor principiante. Aunque la lista de sugerencias de estilo a tener en cuenta sería interminable, tener en cuenta al menos estas hará que el texto gane calidad comparado con otro que solo sea correcto.