lunes, 14 de diciembre de 2015

ÁFRICA

Peter Beard y el Edén profanado

Se reedita 'The End of the Game', obra cumbre del fotógrafo Peter Beard y emotivo tributo a África
Gloria Crespo MacLennan 
 <p> Las nieves del Kilimanjaro, 1972.</p>


“Cuanto más se adentraba el hombre blanco en África, más rápido desaparecía la vida del continente, de las llanuras y de los montes... transformándose en acres de trofeos, pellejos y cadáveres”, escribía el fotógrafo Peter Beard, en The End of The Game, su obra cumbre. Una recopilación de impactantes fotografías, cándidos dibujos y elocuentes textos, fruto de dos décadas de paciente observación que, engarzados a fotografías y documentos históricos, sirve de testimonio del impacto del hombre blanco en la fauna salvaje de África del Este. Una obra donde la belleza se solapa con la muerte, en su afán por señalar el fin de una era, como memoria del pasado, documento del presente, e imagen del futuro.
La editorial Taschen celebra el 50º aniversario de este emotivo tributo a África con una edición limitada y numerada. En su prólogo, el escritor y viajero Paul Theroux hace hincapié en la vigencia del libro, un relato tanto del deterioro de la vida salvaje como del delirio humano. Nunca el hombre estuvo tan alejado de la naturaleza como lo estamos ahora. Y en una época de crisis medioambientales, cuando es tarde para desandar el camino, y aquello que era previsible ya es real, quizás nuestra única salvación esté en reconocer que hemos fracasado en el intento de dominar la naturaleza. “Entender es comenzar a reconocer que no hemos conquistado nada, Y con la misma licencia que asumimos la conquista, debemos ahora reflexionar sobre nuestra derrota”, escribía Beard ya hace medio siglo.
Descrito como 'mitad Tarzán, mitad Lord Byron' por Bob Colacello, biógrafo de Warhol, este intrépido artista que nació en el Upper East de Manhattan en 1938 rodeado por Corots y Daumiers, ha sabido desenvolverse con la misma soltura, tanto entre la fauna del Tsavo como entre la de las sofisticadas noches neoyorquinas del Studio 54. Su búsqueda del lado más salvaje y desenfadado de la vida encuentra eco en sus fotografías de animales y en sus diarios pintados, que sirven de bocetos para unos collages con frecuencia protagonizados por bellas mujeres, cuya salvaje voluptuosidad se asemeja a los animales que retrata. Convencido de que la originalidad es la clave del arte y de la vida, la búsqueda de aquello que es único y capaz de conservar su magia, su obra y su carisma han encandilado  a artistas de la talla de Andy Warhol, Truman Capote, Salvador Dalí o Francis Bacon.
Tuvo como maestro al pintor Josef Albers, en la Universidad de Yale, poco antes de emprender camino a Kenia a finales de los años 50. Y como aquellos decadentes soñadores y excéntricos aventureros de principios de siglo XX, se rindió al ritmo de África. “ Una vez que hayas captado su ritmo, te darás cuenta de que es el mismo en toda su música”, escribía Karen Blixen. Fue en un terreno colindante con el que había sido propiedad de la escritora danesa, en el barrio de Karen, a las afueras de Nairobi, donde Beard construyó su casa, Hog Ranch. Allí al pie de las colinas del Ngong, alentado por la obra y la personalidad de la baronesa, remató The End of the Game. A ella le dedicó la primera versión del libro, y fue la escritora quien le instó a seguir fotografiando el mundo africano al que había tenido que renunciar por problemas económicos. “Son muy pocas las cosas que me conmueven de forma tan profunda como lo hace tu epitafio, o monumento a la Vieja África tan querida para mí. Ese continente donde la sabiduría, la dignidad, y la profundidad poética quedan expresadas por igual en la naturaleza, en las bestias y en los hombres”, escribió la escritora al fotógrafo.
El espíritu de Karen Blixen impregna cada página del libro. Oda a una naturaleza virgen, cuya profanación comenzó cuando inconscientemente los europeos abrieron camino - dentro de esa vasta sabana, donde los animales convivían en armonía con los hombres - a ese 'progreso' del que ellos mismos escapaban.  Fue Bror Blixen, el marido de la escritora danesa, quien comenzó a organizar safaris por el Tsavo; '¿Con qué otro propósito había sido creado más que con el de ser penetrado ?', se preguntaba el marido de la baronesa. Allí donde abunda la vida, abunda la muerte, en un mundo de supervivencia natural, donde no existe la piedad.  Pero siempre de forma equilibrada. Nadie por aquel entonces imagino que aquel paraíso podría convertirse, con el paso de los años, en un área desertificada plagada de carcasas de elefantes.
Durante los años 60 Peter Beard trabajó en el parque nacional del Tsavo, donde 30.000 elefantes murieron de hambre. Los técnicos del parque buscaban las causas en una caza descontrolada, en busca de marfil. Pero Beard lo achacaba a una mala política medioambiental que había confinado a los animales a áreas delimitadas, causando una superpoblación y en consecuencia una escasez de alimentos. Efectivamente existía la caza ilegal, pero sus fotos de esqueletos con colmillos demostraban la validez de su teoría. El fotógrafo era partidario de mantener el censo de la población de paquidermos a través de una caza controlada por profesionales, política que fue muy mal recibida entre los grupos conservacionistas, quienes acabaron por prohibir la entrada del fotógrafo tanto en el Tsavo como en otros parques. No obstante, esto no impidió al artista seguir en su empeño, saltándose las prohibiciones y alquilando aviones pilotados para realizar sus tomas aéreas, cuando era necesario. En 1973, el ecologista Philip Glover, conservacionista del Tsavo, acabó dando la razón a Beard.
Si bien el fotógrafo acertó en el diagnóstico de las causas, el remedio sigue aún por determinar. La caza sigue estando sin controlar en algunas zonas, mientras que en otras continúa la superpoblación. Las demandas de una creciente población humana dificultan la gestión. “La principal causa del deterioro de la fauna salvaje está en la estructura de la explotación capitalista con sus necesidades de expansión. Los causantes no son unos pocos hombres sanguinarios, sino todo el sistema adquisitivo en el que se basa la sociedad occidental”,  argumentaba el artista. “El elefante es la metáfora. Somos los próximos. Nos estamos comiendo nuestro hábitat, nos reproducimos como ratas. Estamos destruyendo millones de años de historia natural”.
En el documental A study of Peter Beard, Lars Brun  preguntaba al artista por el sentido de la vida: “Siempre ha sido biológico. Pero queremos estar por encima de la biología y la naturaleza, elaborando mitos  sobre la eternidad. Supongo que estos sirven para hacernos mejores personas pero ¿quién puede creer en ellos? Yo creo en los dinosaurios, en los australopithecus y en los simios. El sentido de la vida no está claro, como decía Bacon, las dos únicas cosas que son certeras en la vida son el nacimiento y la muerte, el resto es un periodo sin sentido, que puede llegar a ser tan bueno como uno haga de ello”.

Gloria Crespo MacLennan