martes, 17 de marzo de 2015

MUJERES CON HISTORIA

Luisa de Carvajal y Mendoza: poeta, mística y aventurera

Luisa de Carvajal y MendozaEn este año 2015 en que se va a hablar mucho acerca de Teresa de Ávila, tal vez no esté de más recordar a esta otra monja, buena poeta y mujer inquieta y aventurera como fue Luisa de Carvajal y Mendoza.
Nacida en Jaraicejo (Cáceres) en 1566 en una familia noble. A los cinco años la familia pasa a León donde los padres mueren al poco tiempo; posteriormente pasa a educarse en el palacio real junto a las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela.
En Madrid le llega la vocación religiosa pero no la pone en práctica, como era lo habitual, ingresando en uno de los múltiples conventos existentes, sino que decide apoyar a la Compañía de Jesús con su fortuna y se traslada a la Inglaterra protestante gobernada por Jacobo I -en 1605- donde vuelca su fe en una abnegada ayuda a los católicos perseguidos. Es detenida dos veces acusada de conspirar contra la monarquía británica y salvada in extremis por los oficios del embajador español, Alonso de  Velasco.
Esa actividad, cuasi clandestina, le confiere cierta libertad y cierto predicamento social, lo que acentúa su rechazo al papel típico de las mujeres de sumisión y acatamiento al modelo patriarcal.
A raíz de su segundo nuevo encarcelamiento, la corte española de Felipe III le exigió que volviera a España. Murió el 2 de enero de 1614 antes de haber podido cumplir dicha orden. Sus restos regresarían a la península al año siguiente, en agosto de 1615.  Está pendiente la causa de su beatificación.
Como poeta su obra puede situarse entre el humanismo y el barroco, con una espiritualidad muy personal que conjuga la contemplación de tipo místico con el activismo religioso y político
No se conocen ejemplares originales de sus poemas sino solo transcripciones hechas por otras personas. En el madrileño monasterio de la Encarnación se conservan 178 cartas, así como todos sus manuscritos, incluido su testamento. Sus obras se publicaron en un tomo de Epistolario y poesías, bajo el cuidado de Jesús González Marañón y el jesuita Camilo Mª Abad, que apareció en la Biblioteca de Autores Españoles en marzo de 1965, hace ahora pues 50 años.


Incluimos aquí un poema de Luisa de Carvajal y Mendoza

¿Cómo, di, bella Amari, tu cuidado
estimas en tan poco, que, olvidada,
de quien con tanto amor eres amada,
te empleas en el rústico ganado?
¿Hate la vana ocupación comprado?
¿Qué nigromántica arte embelesada
te trae, y de tu bien tan trascordada?
¡Ay, alevosa fe! ¡Ay, pecho helado!
Vuelve, Amari, repara que perdiendo
vas de amor el camino, digo, atajo.
Y ese que llevas, ancho y deleitoso,
suele mañosamente ir encubriendo
entre las florecillas, y debajo
de verde hierba, el paso peligroso.

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HOMENAJE A CLAUDIO RODRÍGUEZ

La alianza sin condena de Claudio

El Instituto Cervantes homenajea al zamorano en el cincuenta cumpleaños de uno de sus poemarios imprescindibles


A la izquierda, el poeta en uno de sus paseos por "la ciudad del alma". A la derecha, en su despacho.


La inmortalidad de una obra literaria solamente puede juzgarse con la perspectiva del tiempo, cuyo paso sirve para saber qué autores han dejado sus huellas en el cemento de las letras y cuáles han sido borrados como las pisadas en la arena.
Quince años después de su muerte, nadie discute que Claudio Rodríguez se encuentra ya en el primer grupo, en el Olimpo de la literatura contemporánea, junto a los mejores poetas que fueron "niños de la guerra" y que, cuando crecieron, formaron la Generación del 50, una de las más brillantes de las letras españolas.
El Instituto Cervantes suma hoy otro reconocimiento más a la obra de uno de los zamoranos más ilustres del siglo XX. La entidad acoge esta tarde en Madrid un acto para celebrar los cincuenta años de la publicación del poemario "Alianza y condena", poemario con el que Claudio obtuvo el Premio de la crítica de la poesía castellana en 1966.
Además de un coloquio sobre la vida y obra del autor, en el acto se presentará la primera edición bilingüe inglés-español de este libro, el tercero de los cinco que publicó el escritor. En la charla estará presente el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, así como el profesor de la Universidad de Alicante, Ángel Luis Prieto de la Paula, y la profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Covadonga López Alonso, así como el escritor Ángel Ruipérez. También intervendrá por videoconferencia Philip Silver, profesor emérito de la Universidad de Columbia y traductor de la obra.
Versos inmortales
"Alianza y condena" es, para muchos, el poemario central en la obra de Claudio Rodríguez, además de serlo también cronológicamente hablando -es el tercero de los cinco que publicó, tras "Don de la ebriedad" y "Conjuros" y antes de "El vuelo de la celebración" y "Casi una leyenda"-.
Escrito en los años en los que el autor vivió en Cambridge junto a su esposa, Clara Miranda, el libro que hoy se homenajea alberga algunos de los versos más brillantes de la poesía de Claudio. En él se encuentra el poema "Ajeno", uno de los que incluso el propio autor destacaba en su obra y cuyos versos iniciales -"largo se hace el día a quien no ama / y él lo sabe"- son conocidos por casi todos los amantes de la poesía.
En este poemario se recoge la añoranza por la tierra y el pasado que se marcarán aún de forma más profunda en los siguientes libros del zamorano. La contraposición de la luz y la sombra o de sentimientos como la alegría y la tristeza se muestran en "Alianza y condena" como una expresión viva de la intensidad de la realidad y el lenguaje que tan presente está en la poesía de Claudio.
En el poema "Un suceso", incluido en este libro, los versos del zamorano rezan que, "tal vez, valiendo lo que vale un día, / sea mejor que el de hoy acabe pronto". Pero, en días como el de hoy, se confirma que la leyenda -más viva que nunca- de Claudio Rodríguez nunca verá el ocaso.


AJENO


Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.



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