
Nacida
en Jaraicejo (Cáceres) en 1566 en una familia noble. A los cinco años
la familia pasa a León donde los padres mueren al poco tiempo;
posteriormente pasa a educarse en el palacio real junto a las infantas
Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela.
En
Madrid le llega la vocación religiosa pero no la pone en práctica, como
era lo habitual, ingresando en uno de los múltiples conventos
existentes, sino que decide apoyar a la Compañía de Jesús con su fortuna
y se traslada a la Inglaterra protestante gobernada por Jacobo I -en
1605- donde vuelca su fe en una abnegada ayuda a los católicos
perseguidos. Es detenida dos veces acusada de conspirar contra la
monarquía británica y salvada in extremis por los oficios del embajador
español, Alonso de Velasco.
Esa
actividad, cuasi clandestina, le confiere cierta libertad y cierto
predicamento social, lo que acentúa su rechazo al papel típico de las
mujeres de sumisión y acatamiento al modelo patriarcal.
A raíz de su segundo nuevo encarcelamiento, la corte española de Felipe III le
exigió que volviera a España. Murió el 2 de enero de 1614 antes de
haber podido cumplir dicha orden. Sus restos regresarían a la península
al año siguiente, en agosto de 1615. Está pendiente la causa de su beatificación.
Como
poeta su obra puede situarse entre el humanismo y el barroco, con una
espiritualidad muy personal que conjuga la contemplación de tipo místico
con el activismo religioso y político
No se conocen ejemplares originales de sus poemas sino solo transcripciones hechas por otras personas. En el madrileño monasterio de la Encarnación se
conservan 178 cartas, así como todos sus manuscritos, incluido su
testamento. Sus obras se publicaron en un tomo de Epistolario y poesías,
bajo el cuidado de Jesús González Marañón y el jesuita Camilo Mª Abad,
que apareció en la Biblioteca de Autores Españoles en marzo de 1965,
hace ahora pues 50 años.
Incluimos aquí un poema de Luisa de Carvajal y Mendoza
¿Cómo, di, bella Amari, tu cuidado
estimas en tan poco, que, olvidada,
de quien con tanto amor eres amada,
te empleas en el rústico ganado?
¿Hate la vana ocupación comprado?
¿Qué nigromántica arte embelesada
te trae, y de tu bien tan trascordada?
¡Ay, alevosa fe! ¡Ay, pecho helado!
Vuelve, Amari, repara que perdiendo
vas de amor el camino, digo, atajo.
Y ese que llevas, ancho y deleitoso,
suele mañosamente ir encubriendo
entre las florecillas, y debajo
de verde hierba, el paso peligroso.
