jueves, 23 de febrero de 2017

¿Tres exoplanetas con vida?

El catedrático de de Historia de la Ciencia de la Universidad Complutense de Madrid y académico de la RAE José Manuel Sánchez Ron pondera la importancia del descubrimiento del sistema STRAPPIST-1 anunciado por la NASA este miércoles, con siete exoplanetas de tamaño similar a la Tierra que podrían albergar agua en sus superficies y, por tanto, formas de vida tal y como la conocemos los humanos.


JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON | 23/02/2017 

Comparacion entre el sistema TRAPPIST-1 y nuestro sistema solar. Foto: NASA
A estas horas, todo el mundo lo sabe. La noticia ha inundado todos los medios de comunicación, expandiéndose como la pólvora. Se han descubierto siete planetas, exoplanetas, de tamaños parecidos al de la Tierra que orbitan en torno a una estrella bautizada como TRAPPIST-1, cuya masa es el ocho por ciento de la del Sol, situada a 40 millones de años-luz del Sistema Solar. Su tamaño es pequeño -es lo que se denomina una “enana”-, parecido al de Júpiter. La novedad no es que se hayan detectado más exoplanetas: desde que en 1991 Alex Wolszczan, un astrónomo polaco instalado en Estados Unidos (en la Universidad Estatal de Pensilvania), y el canadiense del Observatorio Radioastronómico Nacional de Socorro (Nuevo México) Dale Frail, descubrieron que dos planetas con masas 4,3 y 1,8 veces la de la Tierra orbitan alrededor del púlsar PSR1257+12, son varios centenares los exoplanetas identificados, algunos con características (tamaño, distancia a su “estrella madre”) similares a las de la Tierra; en la actualidad son algo menos de 3.000 los sistemas planetarios descubiertos que contienen exoplanetas (alrededor de 3.500).

La gran novedad es que en un mismo sistema solar haya siete planetas parecidos al nuestro; estrictamente, cinco: los dos restantes poseen un tamaño intermedio entre los de Marte y la Tierra. Más aún, las estimaciones de masas que han realizado el grupo de 30 científicos que firman el artículo de tan solo cinco páginas en el que se han presentado estos resultados (“Seven temperate terrestrial planets around the nearby ultracool dwarf star TRAPPIST-1”, publicado en Nature) indican que seis de los siete planetas son seguramente de naturaleza rocosa, mientras que la densidad del restante sugiere una composición gaseosa, del tipo de, por ejemplo, Júpiter, lo que disminuye las probabilidades de que en él pueda haber surgido vida. Utilizando un modelo climático unidimensional, los científicos mencionados señalan que tres de estos exoplanetas podrían albergar océanos de agua en sus superficies, suponiendo que sus atmósferas fuesen parecidas a las de la Tierra, algo todavía por determinar. Para los otros tres exoplanetas, que ocupan órbitas más cercanas a la estrella, el modelo que utilizan -esta vez tridimensional- predice que en ellos tienen lugar efectos invernadero muy pronunciados, como sucede en nuestro Venus.

No es nuevo decir que la ciencia encuentra cosas que ni la más desbordante imaginación habría imaginado. Este es un ejemplo. ¡Un sistema solar con, acaso, tres planetas que contienen vida! Imaginemos -ya sé que es mucho imaginar- que en uno de ellos haya surgido vida “inteligente” como la nuestra, mientras que en los dos restantes, la vida fuese diferente, “no inteligente” en el sentido que damos a este difícilmente definible término, inteligencia. A esos seres inteligentes les sería posible explorar otros tipos de vida en sus proximidades, algo que nosotros deseamos intensamente, como muestran nuestros esfuerzos por encontrar restos, simplemente restos, de vida en Marte. Lo único que es seguro es que los exoplanetas que se acaban de descubrir permitirán a los astrofísicos explorar en un entorno relativamente reducido el problema de si existe vida en el Universo, algo de lo que yo estoy convencido, ahí o en algún otro lugar. Lo veremos, nuestros hijos o, como mucho, nuestros nietos.

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