España les da el Premio Nacional Fin de Carrera y el extranjero los ficha
Entre el medio millón de jóvenes que se ha ido en el último lustro
están varios de los mejores estudiantes que ha dado el país en las
últimas promociones universitarias
"El Estado se ha gastado mucho dinero, mi idea era quedarme en Barcelona, pero no bajo cualquier condición", explica Sara, una Premio Nacional que está en Suecia
"El problema no es que la gente se vaya, sino que no vuelva o no pueda contribuir desde lejos" dice Diego Rubio, galardonado en Historia y ahora en Oxford
"El Estado se ha gastado mucho dinero, mi idea era quedarme en Barcelona, pero no bajo cualquier condición", explica Sara, una Premio Nacional que está en Suecia
"El problema no es que la gente se vaya, sino que no vuelva o no pueda contribuir desde lejos" dice Diego Rubio, galardonado en Historia y ahora en Oxford

Milena Montesinos, Premio Nacional de Fin de Carrera y emigrada a EE UU.
Podría decirse que son unos cuantos más entre
varios cientos de miles, apenas una gota en el océano de la
expatriación. Pero también podría añadirse que están entre los mejores y
que su pérdida, si acaba siendo definitiva, tiene más coste para el
país. Entre el medio millón de personas que ha dejado España en los
últimos cinco o seis años hay muchos Premios Nacionales de Fin de
Carrera.
Un 27% de los miembros de la Facultad Invisible (asociación que aglutina a los Premios Nacionales de Fin de Carrera de los últimos años)
se ha marchado al extranjero a continuar su formación o desarrollar sus
carreras. Son una parte considerable de los mejores estudiantes del
país de sus respectivas promociones universitarias que han volado,
llevándose su talento consigo. Y, sin embargo, para ellos el problema no
es irse, sino que la falta de mecanismos u oportunidades no les permita
regresar, como explica Diego Rubio, Premio Nacional de Historia e
investigador doctoral en la Universidad de Oxford. "La circulación de
talento, que no fuga, no es mala en sí misma: puede
contribuir a la internacionalización de nuestro sistema educativo y
mejora del modelo productivo. El problema no es que la gente se vaya,
sino que no vuelva o no pueda contribuir desde lejos".
Porque no todos se van obligados, aunque la mayoría sí lo hace con un
denominador común: en busca de unas oportunidades mejores de las que
pueden encontrar aquí. expresan un cierto sentimiento de frustración por
no poder devolver al país lo que ha invertido en ellos. "El Estado se
ha gastado mucho dinero en mí, y siempre tienes la idea de devolver todo
lo que te han dado", explica Sara Torregrosa, Premio Nacional de Fin de
Carrera en Historia y emigrada a Suecia. "Pero no bajo cualquier
condición", añade.
Las oportunidades surgen fuera
Torregrosa no quería irse. Su primera opción era seguir en la
Universidad de Barcelona, donde hizo el doctorado tras licenciarse en
Alicante. Pero no fue posible y pasó a buscar una beca postdoctoral.
"Desde que empecé sabía que en España habría muy poca cosa", recuerda.
Todas las opciones que le interesaban pasaban por el extranjero. Acabó
en Suecia como parte de un intercambio por su doctorado. Cuando le
surgió la opción de coger en la universidad de Lund la plaza
postdoctoral que no aparecía en España no se lo pensó. "Un puesto que vi
en España tenía la mitad o una tercera parte del salario que se cobra
aquí", explica.

Sara Torregrosa empezará a trabajar en la universidad de Lund, Suecia.
En el caso de Milena Montesinos, guipuzcoana de 28 años,
también Premio Nacional, decidió formarse en EEUU. Actualmente está
cursando un máster en Administración y Dirección de Empresas en
Stanford. Antes de eso estuvo trabajando un año, también al otro lado
del Atlántico. "Mis condiciones mejoraron radicalmente solo con mi
mudanza a EEUU", relata a través del email. "El puesto que me ofrecieron
y las condiciones salariales asociadas al mismo eran significativamente
mejores de lo que podría haber obtenido en España", asegura.
Su intención es volver a España "siempre y cuando pueda aportar y poner
en práctica todo lo que he ido aprendiendo. Siento que en tres años he
avanzado muchísimo y no querría meterme en un puesto que me ofrezca
peores condiciones, no solo salariales, sino también de
responsabilidad", advierte.
El problema es la vuelta
Algo similar a lo que le pasa a Torregrosa. El problema de irse es
sobre todo volver. "Uno no quiere estar moviéndose toda la vida",
explica. Después de haber conseguido una cierta estabilidad, aunque sea
fuera, lo que menos apetece es empezar otra vez casi de cero. "En la
universidad te plantas a los 35 años encadenando trabajos. Y no se trata
de tener 25 años y un trabajo para toda la vida, pero tampoco 40 y una
inestabilidad total", afirma.
Muchos de estos
emigrados son conscientes de la implicaciones que tiene su marcha. Por
un lado está, como recuerda Montesinos, la pérdida que para España
supone esta fuga de talentos. "Una de las cosas que más me preocupa es
que más empresarios o el Gobierno no consideren formas de atraer a los
españoles que están fuera", explica. " Yo me siento
afortunada por que cuento con el apoyo de una firma de consultoría y una
fundación privada", explica. Pero si más empresas no hacen lo mismo y
no se ponen en marcha estos programas de recuperación de talento
español en el extranjero va a afectar sin duda en un futuro no muy
lejano a la competitividad en España", argumenta, porque "acabarán
creando empresas en otros países o contribuirán a la mejora de la
productividad y competitividad de compañías extranjeras".
Rubio apuesta por "crear canales institucionales que unan a España con
los profesionales en el exterior para el beneficio de empresas,
universidades e instituciones públicas y, en segundo lugar, por crear
mecanismos que permitan regresar a quien lo desee. De lo contrario, sus
experiencias y conocimientos no revertirán en España y el dinero gastado
en su formación se irá por el sumidero".
Ahondando
en este razonamiento, Torregrosa destaca que le gustaría también
devolver al país la inversión que ha hecho en ella. "Toda mi educación
ha sido a base de becas. Igual que el Estado financia la investigación y
esta debería dar resultados a la sociedad, la inversión en educación
debería retornar también", afirma. "No es que crea que tenga que haber
una obligación, pero sí una política para crear condiciones y que se
aproveche", se lamenta. Cuando se ha intentado, como ocurrió en Euskadi hace poco, el plan ha fracasado:
las condiciones que se ofrecían para la repatriación del talento no
mejoraban las que tenían los posibles destinatarios y ninguno volvió.
EL DIARIO.ES