viernes, 22 de enero de 2016

CULTURA

Tal día como hoy en 1981 moría MARIA MOLINER  , filologa y bibliotecaria que a pesar de su gran legado para la Lengua Española no entró en la RAE.
Compuso su Diccionario de uso del español, enorme empresa que le llevaría más de quince años, trabajando siempre en su casa. Su Diccionario era de definiciones, de sinónimos, de expresiones y frases hechas, y de familias de palabras. Además, anticipó la ordenación de la Ll en la L, y de Ch en la C (criterio que la RAE no seguiría hasta 1994), o términos de uso ya común pero que la RAE no había admitido, como "cibernética", y agregó una gramática y una sintaxis con numerosos ejemplos. Como ella misma alguna vez afirmó, "El diccionario de la Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío no se ha tenido demasiado en cuenta la autoridad"... "Si yo me pongo a pensar qué es mi diccionario me acomete algo de presunción: es un diccionario único en el mundo".
María decía una de las frases suyas que más veces se han repetido:
Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (...) Mi obra es limpiamente el diccionario. Más adelante agregaba: Desde luego es una cosa indicada que un filósofo -por Emilio Alarcos- entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!
La causa del rechazo pudo ser una combinación de su condición de mujer (hubiera sido la primera en ser admitida a la institución), y su no pertenencia a la filología académica. El académico Miguel Delibes, tras el fallecimiento de la antigua candidata, opinó que:
es una lástima que, por esas circunstancias especiales en que se han desenvuelto siempre los temas que rodean a la presencia de mujeres en la Academia, María Moliner no haya podido ocupar un sillón en la entidad.
Una de sus necrológicas definió bien lo que resultó de aquella injusticia: "Una académica sin sillón".
La escritora Carmen Conde, que sería muy pocos años después, en 1978 (ya en el periodo democrático), la primera mujer admitida a la Academia, siempre ha reconocido que ocupaba el puesto que hubiera debido corresponder a María Moliner, y no olvidó mencionarlo indirectamente en su discurso de ingreso, en 1979: "Vuestra noble decisión pone fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria".